La belleza injusta
¡Señor; haz que regrese mi bienamada!
Sólo ella sabe librarme de la tristeza.
Dame, como un bálsamo, el polvo del camino
En que sus pasos dejaron huella.
¡Ay de mí! ¿Cómo escaparía a este dolor?
Todos los caminos me conducen a su belleza.
Puesto que hoy, Señor, estoy en tu poder,
apiádate de mí. Mañana, cuando no sea
más que un poco de arcilla ¿podré encontrar
las lágrimas para ablandarte?
Más ¿por qué lamentarme? La que me hirió
puede pagar con creces estas penas.
¡Oh bienamada! ¡Dios me guarde
de reprocharte tu ingratitud
y ésta angustia con que me abrumas!
La belleza, aun la injusta,
precisa rebosar piedad y ternura.
Shejim jamás podrá componer una breve canción
adecuada a tu pelo.
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